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De moderados y valores

  • Foto del escritor: Dagger
    Dagger
  • 15 feb 2022
  • 3 Min. de lectura

La comunicación política es una herramienta útil para llegar de manera estratégica a donde deseamos. El tener éxito depende del lugar, del entorno, del modelo económico y de sistema de gobierno. En los países latinoamericanos, en donde se han desarrollado teatros de operaciones anticomunistas, la tarea ha sido no solo difícil, sino dolorosa para quienes no compartimos esos gobiernos.

Hace poco escuché conferencias de Rafael Barajas e Ignacio Ramírez, en las que sus análisis se entremezclan para responder precisamente cómo el proceso de politización es conducente a la polarización según el lugar donde nos encontremos.


Acá, en Colombia durante los últimos 20 años de represión por parte del uribismo, sin olvidar que antes también los gobiernos recurrían a distintas estrategias para impedir procesos de cambio, el pueblo ha venido adquiriendo un grado de politización a la fuerza. La militancia de organizaciones políticas y sociales de izquierda han adquirido el conocimiento político y filosófico en rechazo a un modelo neoliberal que ha profundizado la brecha entre ricos y pobres que hoy pesa más en esta Colombia con cifras de menos favorecidos en un 42%, con 2.5 millones de nuevos pobres.


El discurso de inconformismo, crítico y de búsqueda de soluciones, pese a que viene siendo el mismo, ha tenido que acudir a tonos grises para no caer en los extremos, -a eso nos han llevado los tibios y los de extrema derecha-, es decir, sí, hemos tenido que morigerar lo que pensamos y decimos sin perder -y es lo deseable- la esencia misma de nuestros sentimientos y deseos.


Hacia adentro y no en todos los casos, muchos de los que somos de izquierda conservamos aún ese fuego interno que nos lleva a seguir adelante aún al costo de nuestra propia vida. Otros tras el discurso de ser moderados, han perdido esa delgada línea y la han traspasado al punto de perder la claridad del objetivo por el cual, un día decidieron luchar contra un sistema opresor y excluyente. Allí es donde los valores para unos tantos han perdido legitimidad y se entremezclan con la avaricia del poder.


La fortaleza de un movimiento político como Colombia Humana ha generado la ambición de quienes tras las barreras nos observaban con recelo, y hoy caen como moscas hasta el punto de enceguecer con su discurso y diplomas a los más versados políticos. Acá, en este movimiento internamente -no en todo el movimiento- no vale la discusión abiertamente ideológica ya que ha sido rebasada por la ambición de unos cuantos que con sus cánticos de sirenas están queriendo volver turbias las aguas para pescar en rio revuelto, y podría decirse que lo están logrando.


Por otro lado, la discusión programática ha venido tomando aún más valor, ya que de ella depende crear confianza, pero solo si, tenemos en cuenta la construcción de lo programático directamente con quienes sufren por el sistema neoliberal que los tiene sumidos en la pobreza y el ostracismo, es decir con el pueblo en sus calles y veredas, en las universidades, escuelas y colegios, no desde la comodidad de sus escritorios o detrás de las tantas palabras que permiten sus cuentas en Twitter.

La experiencia de la militancia puede ser contradictoria, cuando un cúmulo de personas pretenden arrasar con todo un proceso de vida, algo así como, recibir desde adentro lo que desde afuera hubiese sido normal, esos ataques que masacran la dignidad del más consumado militante o líder político.

Allí es donde la discusión por los valores adolece de la esencia misma. Ahora si lo llevamos al escenario por el cual debería ser conducido este tema, no es posible apartarnos de lo programático, primero porque no somos politiqueros y nuestra lucha no es llegar al poder o ser gobierno y al legislativo por llegar, sino llegar para transformar y darle al pueblo respuestas y soluciones reales y concretas a sus justas demandas.


De nada sirven estas luchas basadas en solo valores, cuando estos adolecen de propuestas claras y ejecuciones reales. Estas deben ser propuestas reales imbuidas en los valores, eso sí, por quienes enaltecen y los respetan,

La comunicación política debe estar plasmada en los valores y estos a su vez presentes en la dirigencia que pretende llegar al poder para ejecutar correctamente los programas y jamás, caer en falsas promesas o incurrir incluso en posturas contrarias que solo gracias a su tibieza, terminan fortaleciendo a quienes quisimos muy lejos de decidir contrario a nuestros principios y valores.

Hay una delgada línea entre quienes nos encuadran en el extremo ideológico político y entre quienes, tras su discurso de moderados para ganar adeptos, son tan peligrosos o más que aquellos que no permitimos ser llamados como de “centro”.


Al pan pan y al vino vino.

Jueves 24 junio de 2021

Por: Mary Luz Herrán C.


 
 
 

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